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Hoy he pasado mala noche

Hoy he pasado mala noche, ayer me acosté pensando en si era o no poeta, pues resulta que dicen por ahí que poeta se es o no se es. Bueno, esto dicho por expertos y después de varias encuestas realizadas ante notario, claro, no penséis que se puede etiquetar a las personas así, a la brava. Bien, sea como sea, he pasado una noche que no se la deseo a nadie. Pensando en que quizá he estado yendo por ahí creyéndome poeta y no lo era. ¿Os imagináis? ¡Qué vergüenza! Algo así como el que lleva la bragueta bajada y va tan campante paseando por la calle sin ser consciente. Mira que si he ido al Mercadona y las cajeras se han dado cuenta de que no soy poeta... ¡Qué apuro, por Dios! Pues esto es lo que ha hecho que hoy no pegara ojo. Y con "pegar ojo" quiero decir dormir, no me refiero a coger un ojo y pegarlo con pegamento, que yo en cuestión de metáforas ando justito, debéis saberlo. Nada más levantarme he ido corriendo al espejo y no he visto allí ni a Neruda ni a Benedetti ni mucho menos al propio Baudelaire con sus flores del mal, que va. Allí estaba yo, el que suscribe, el que a duras penas rima espejo con pendejo, mirándose y avergonzado porque hay quién pueda pensar que no soy poeta. ¡Qué disgusto llevo encima, de verdad! Me doy la vuelta y de camino a la cocina no piso amapolas ni la brisa del viento golpea mi tez desnuda, no. De camino a la cocina, en mi pasillo, hay un triste suelo de parqué con pelusas que algún día barreré y fregaré con verso libre y a deshora, como siempre, porque no acostumbro hacerlo de otra forma y, qué demonios, es mi forma. Y no corre ni gota de aire, las ventanas siguen cerradas. Me preparo un Nesquik (lo sé quizá sea más poético un Colacao, por la canción del negrito, pero yo soy más de Nesquik) y en mi taza no se derraman suspiros de nostalgia ni los grumitos se sumergen buscando la palabra perfecta. Dos cucharadas colmadas, eso sí, que a minucioso no me gana nadie, y me acerco a echar un ojo por la ventana. Y con "echar un ojo" quiero decir... ¡bah! Introduzco mi mano por dentro del pijama, con la mirada perdida, y me rasco el trasero pensando en esos jueces que otorgan el carné de poeta. Me rasco varias veces, con insistencia. Levanto la vista hacia el cielo, y nada, ni el sol me sonríe ni las nubes bailan con mis pupilas a ritmo de vals. El sol apenas se deja ver y las nubes, más negras que el sobaco de un grillo amenazan con tormenta. ¡Qué fastidio, de verdad! Tendré que olvidarme ya de estar enamorado y dejar de plasmar mis sentimientos en una hoja en blanco por si el Gremio de Poetas encaja mal mis palabras, les da un ataque de ira poético, sacan su recortada y empiezan a disparar etiquetas. En fin, a ver si se me pasa esto rápido, que así no se puede vivir... daré el último sorbo a la taza y seguiré aquí, con la mano metida dentro del pijama, rascándome el cu... digo el trasero, no quisiera ofender a nadie (que rima con nadie).

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