Calor
Este maldito calor no me deja pensar. Me cuesta horrores concentrarme y las pocas ideas que atisbo se desvanecen antes de llegar a tomar forma. ¿Qué está pasando? Me siento encerrado, con una sensación de agobio creciente que me está poniendo cada vez más nervioso. Noto cómo el sudor emerge por cada uno de mis poros, como si fuera la lava de un volcán en erupción. A cada segundo que pasa, la piel me quema más. Estoy tentado de arrancármela a tiras. Me miro las manos; veo cómo se van llenando de pequeñas gotitas, que hierven y se evaporan en cientos de diminutas columnas de humo salado. Nunca había experimentado nada igual, no parece real. Busco alguna sombra donde refugiarme. Agua… Necesito agua, para mojarme, pero, sobre todo, para beber. Noto la boca seca como el lecho de un río muerto. Tengo que beber ya. Me arde la garganta y… no me queda saliva que tragar. Todo a mi alrededor está al rojo, quema de sólo mirarlo. No hay ni una mísera sombra a la vista. Alguien ha dejado un trocito de pan tirado en el suelo… No me lo puedo creer… Acaba de consumirse con un chispazo. ¡Dios! ¡Estoy hirviendo! Las manos… ¡Oh, Dios, mis manos! ¿Qué le está pasando a la piel…? Pero… ¿Por qué sólo puedo mirarme las manos? ¡Mierda! Esto es una pesadilla, ¡quiero despertar ya! No es real, no, no lo es. No es posible, la piel no puede hervir, esas burbujas no existen, son producto de mi mente trastornada por esta temperatura infernal… ¡Despierta de una maldita vez! Noto el calor achicharrándome la cabeza, la noto en llamas… Y el resto del cuerpo… Me estoy hinchando, siento las burbujas hirvientes por todas partes… ¡Quiero salir de aquí! ¿Por qué no puedo? ¿Por qué todo me da vueltas? Ardo… Voy a morir. —¡Booom! Tres minutos a máxima potencia. —Fiuuuu… Buena marca, ha aguantado el doble que la muñeca de tu hermana. —¡Quiero que me devuelvas a Elsa! Como le haya pasado algo se lo digo a mamá. —Calla, mocosa. Tu reina del hielo no ha durado ni dos minutos en el infierno. —¿Qué le has hecho, bruto? ¡Devuélvemela! ¡¡¡Mamááááááá!!! —Como te chives, va a venir de excursión a la cueva de fuego toda la colección de Frozen. ¡Jajaja! —¡¡¡Buáááááá!!! —Va, Rober, deja a la pobre, que ya ha sufrido bastante por hoy. —Claro, como tú no tienes que aguantar a una hermana pequeña tan niñata como la mía… —Venga, vamos con el siguiente, a ver si supera el récord del Playmobil mártir.