A veces
A veces me quedo mirando el estanque, el más pequeño del parque y que nadie visita. Está en un rincón, tras una arboleda que nadie se ha preocupado en cuidar. Tal vez lleva años abandonado, como esos rincones de la casa que olvidas y cuando te acuerdas de ellos sólo han acumulado polvo y bichos muertos.
A mí me gustan los sitios olvidados. Siento que están en la misma realidad paralela que la mía, como espíritus que vagan por el mundo de los vivos sin que nadie repare en su presencia. Son lugares llenos de paz, remansos que se han convertido en auténticos oasis. Los visito a menudo —conozco unos cuantos esparcidos por la ciudad— del mismo modo que siempre que vengo a este parque sé que acabaré sentado en este banco desvencijado, frente a las aguas verde esmeraldas. Parece que el día se apaga, que el ruido de la ciudad, incluso el del propio entorno verde que me rodea entonces, baja de volumen y se adapta a lo que mi cabeza demanda. Silencio. Quietud. Imperturbabilidad.
Yo soy un olvidado, una sombra que camina con pasos silenciosos mientras el mundo se empeña en ser más ruidoso. Muchos y muchas no me recuerdan, fui una estrella fugaz en sus vidas, en sus noches de charlas amargas y sus fines de semana de frenética pero vacía actividad. Soy un olvidado porque a veces lo digo. En las conversaciones privadas, las primerizas, las que edifican futuras estructuras sólidas; en esas conversaciones lo digo. Soy un olvidado, lo siento. Es una sentencia, una definición que significa no merezco la pena, vamos a dejarlo estar. Da igual si es una chica de la que pueda enamorarme, una chica con la que sólo quiera acostarme, o chicos que realmente despiertan en mí el ímpetu de tener muchas amistades. Todo eso da igual porque a veces les digo a esas personas que soy un olvidado. Sin más, sin dramas ni oscuras y tristes historias de infancias robadas o padres ausentes.
Por eso, como buen olvidado, paso muchas tardes en este pequeño estanque olvidado. El más pequeño de un parque olvidado, uno de tantos de una ciudad cuyo nombre ya nadie recuerda.